Historia Fiestas

DEL NACIMIENTO DE ESTAS FIESTAS

Leandro López y D. Juan Perotti son los pioneros de las Fiestas de San Pedro de La Felguera. Las crónicas así lo testifican y en las páginas de los portfolios así aparecen. Rendirles un agradecido recuerdo además de ser de justicia es obligado y pocas cosas nos placen más que reconocer los méritos ajenos y sus logros. A ellos pues, toda nuestra gratitud y admiración porque gracias a su iniciativa hemos llegado a la conmemoración de este Centenario, tal vez que. ni siquiera ellos, llegaron a imaginar.

Sabemos que a Juan Perotti muchos años después, en 1948 se le concedió por parte de la Sociedad la Medalla de Plata, siendo presidente de la Junta Directiva Mauricio Iglesias de la Torre.

A lo largo de las páginas de la colección de portfolios estudiados dos artículos son los que de modo más sobresaliente abordan cómo nacieron las Fiestas de San Pedro en La Felguera. Son dos trabajos que vieron la luz en 1960 y 2006 y bastante coincidentes pues todo parece indicar que el primero sigue, en muy buena medida, la línea argumental del segundo. El primero se habla sin citar fuentes concretas, en el segundo se toman las palabras (aunque fuera más de medio siglo después- del que fuera uno de los dos artífices de las mismas: Juan Perotti). En el portfolio de 1960, D. José Menéndez Fanjul se ocupa en su escrito “Nace una fiesta” de abordar cuáles fueron los orígenes de los festejos de San Pedro:

“Se celebran ya desde principio de siglo XX”, mas, no había especificación concreta. Después de un estudio exhaustivo y por obra de la casualidad, llega a nuestro poder datos y escritos en los que se reseñan el comienzo de la Fiesta de San Pedro.

Al parecer y siempre desde el anecdotario y no tanto desde la realidad, los distritos de Sama y de La Felguera, siempre hubo, (y hay), una rivalidad en el logro de mejoras u actos, organizados por sus vecindarios respectivos, Si en Sama se hacía una mejora municipal, pronto La Felguera quería disfrutar de esa mejora, o viceversa, si era nuestro distrito el privilegiado por alguna disposición, en seguida los del distrito vecino querían hacerse merecedores de la misma.

Pues bien, y siempre siguiendo dentro del “anecdotario real”, en Sama, hacía varios años que organizaban unos festejos populares, por unas fechas señaladas, y esto era una “espina” que los felguerinos tenían clavada ya que aquí no se celebraba nada semejante.

Tanto molestaba la “espina festera” de Sama que, el 10 de junio de 1907, D. Leandro López, obrero de Duro Felguera, se presentó a su jefe y amigo D. Juan Perotti, con la pretensión de organizar una fiesta, pero también, con la particularidad de que, dicha fiesta, había de ser anterior a la de Sama. Suponemos que el bueno de D. Juan, se quedaría boquiabierto al escuchar tal proposición, pero era tanto el ímpetu de D. Leandro, que casi le obligó, por así decirlo, a pensar en el asunto. El mayor problema era el de localizar una fecha conmemorativa a la vez que anterior a la de Santiago Patrono de Sama, (25 de julio). Por más que daban vueltas en torno a la cuestión no localizaban nada “práctico”, hasta que la casualidad vino a ponerse de su parte. En tantos paseos pensativos por la oficina el Sr. Perotti se acercó a una de las ventanas, queriendo la fortuna que, al levantar la vista, tropezara ésta, con la estatua de D. Pedro Duro, (por aquel entonces se hallaba en el recinto de la Fábrica). La idea fue luminosa, y desde este momento comenzaron a trabajar el tema. Pronto tuvo buena acogida, pero la realidad era la siguiente: sólo faltaban 20 días para la fecha elegida. No se amedrentaron por eso, solo querían sembrar la semilla para que el fruto fuera recogido a partir del próximo año, y así sucedió.

Llegada la festividad de San Pedro, el dinámico D. Leandro limpió los jardinillos que rodeaban a la estatua de D. Pedro Duro, poniéndole, además, una corona. Fue muy visitado el recinto por casi la totalidad de los obreros, y también por los Marqueses de La Felguera, rezando todos ellos una oración por el eterno descanso del Fundador.

Esta fue la primera reunión festera de nuestro pueblo, corría el año 1907. La Fiesta más poética que jamás se celebró en La Felguera, fue motivada por el envidiable dinamismo de D. Leandro López, avalado siempre por la eficacia de D. Juan Perotti.

A partir del año siguiente, 1908, comenzaron a ser fiestas organizadas, teniendo una Comisión propia, y siendo el primer presidente oficial, de las Fiestas de San Pedro, D. Manuel Carbajal, Director de Tornillería del Nalón, ocupando el puesto de Vice-Presidente D. Juan Perotti.

Cosa curiosa; en este año, ya tuvo La Felguera su Pregonero: D. Fermín Canella, rector, entonces, de la Universidad de Oviedo, el cual disertó, en elocuente oratoria, de Asturias, del trabajo, de la hombría de bien y de la grandeza nacional del que no se conserva documentación escrita. Una escueta reseña de los comienzos de nuestras Fiestas Patronales que son centenarias ¡sin que nadie se diera cuenta, o tal vez muy pocos!.

  1. José Ramón Gómez Rodríguez, veintiséis años después, rescata la entrevista que el diario “La Nueva España” mantuvo con D. Juan Perotti y que apareció publicada el domingo 28 de junio de 1942. El título con el que se reprodujo en el portfolio de 2006 fue: “Las primeras fiestas de San Pedro”. Éste es el texto:

Fuimos a La Felguera en busca de estos viejecitos que hay en todo lugar y que son auténticos “archivos vivientes” de sucedidos en la localidad. Un amigo, un buen amigo, nos facilitó la tarea: Nadie mejor para eso, nos dio, la dirección de don Juan. Y a casa de don Juan nos fuimos, vieja casona solariega, que huele a familia y se abre en cordialidades para el visitante, fuimos con el amigo consejero. Don Juanito, como cariñosamente le designan todos sus conocidos, que son tantos como habitantes tiene el valle de Langreo, contaba por aquel entonces 82 años y los lleva con admirable decoro. Tiene una historia interesante:

-Hace cincuenta años, estando con el conde Sizzo haciendo las obras del ferrocarril del Pajares, vinimos a La Felguera a estudiar la construcción del ramal que une a esta villa con Soto de Rey. Antes de terminar el estudio, el conde Sizzo fundó con don Wenceslao González, tío del actual marqués de Aledo, los talleres de Construcción de la Compañía de Asturias. Era esto por el año 1892, y desde entonces no he vuelto yo a salir de este lugar, en el que he visto nacer a mis hijos y a mis nietos, y en el que han ido penetrando cada vez más profundamente, las raíces de mi amor.

UNA CASUALIDAD AFORTUNADA

Lo que nos llevó hasta él fue que queríamos saber cuál fue el origen de las fiestas de San Pedro, y la casualidad, bendita aliada muchas veces de la curiosidad, nos había colocado, justamente, ante uno de sus fundadores.

-En efecto, el 10 de junio de 1907, siendo don Juanito, Jefe de Servicios Generales de la Duro Felguera y hallándose en su oficina del taller de Ajuste, entregando al estudio para la instalación de un tren de laminación, entró en su despacho Leandro López, un obrero de la Fábrica, al que le unía una amistad fraterna:

-Vengo, anunció Leandro, a exponerle a usted la siguiente cuestión: Bien sabe usted que en Sama se viene celebrando desde hace tiempo unos festejos que titulan de Santiago. ¿Qué fiestas podríamos organizar aquí, en la Felguera, antes que las de Sama?. (Hay que advertir al lector, al que ya vemos sonreír maliciosamente, que, este “antes que las de Sama”, no implicaba deseo alguno de iniciar competencia), la cual ha nacido después por causas que no podemos ni debemos explicar, puesto que nunca, tampoco hemos podido comprenderlas.

-Lo cierto es que a don Juan tal pregunta le metió en un brete; pero la casualidad, aliada también, al parecer, de los Jefes de Servicios, había “hecho” que, frente a la ventana de su oficina, se alzase la estatua que el 30 de abril de 1895 fuera erigida como homenaje al inolvidable don Pedro Duro. ¡Ya estaba! San Pedro antes que Santiago, además, San Pedro, patrono de un hombre al que en La Felguera se le debía todo. Las fiestas de La Felguera, por lo tanto, en lo sucesivo, tendrían lugar el 29 de junio.

-Claro está que, para aquel año, recuérdese que la entrevista de que hablamos se celebraba el 20 de dicho mes, no había tiempo suficiente para montar un programa de altos vuelos, y, estimándolo así, pero queriendo colocar unos cimientos sobre los que se asentase un futuro y magnífico programa, Leandro se dedicó a limpiar con todo esmero los jardincillos que rodeaban la estatua, y ésta apareció el día de San Pedro cubierta de guirnaldas, gallardetes y florones. Los marqueses de La Felguera vinieron a visitarla, los obreros y empleados le rindieron saludo y oración, y nada más. Nada más, pero tampoco menos. Si ustedes nos apuran un poco, diremos que nunca las fiestas felguerinas tuvieron la solemnidad, ni la espiritualidad que en este primer año de su existencia.

Y prosigue:

-Después, tres meses antes del 29 de junio de 1908, D. Leandro López marchó pensionado al extranjero. Pero antes de marcharse, en una labor callada y llena de paciencia, había conseguido atraer a la causa de las fiestas unos cuantos socios, cuya lista de nombres entregó, en el momento de la partida, a “don Juanito”. De esta lista salió la primera Comisión integrada, por mitad, por elementos del Casino Viejo y elementos del Casino Nuevo. Como presidente actuó don Manuel Carvajal, director de la Tornillería del Nalón; se encargó de la Vicepresidencia el señor Perotti, y tomó parte activísima en todos los trabajos, don Eduardo Merediz, un cura párroco, al que La Felguera levantará cualquier día otra estatua. Llegó, al fin, el día 29. Una procesión cívica partió de la Tornillera y se detuvo ante el sobrio monumento del fundador de la Duro. Allí se dijo una misa, y allí, desde una tribuna, pronunció un magnífico discurso, hablando de Asturias y del trabajo y de la hombría del bien y de la grandeza nacional, el siempre recordado y venerado don Fermín Canella, Rector entonces de la gloriosa Universidad ovetense e íntimo amigo del Consejero Delegado de la Empresa, don Luis Adaro.

-Otra comisión, integrada por don Leandro Valencia y don Avelino Canga, se había encargado, mediante la constitución de una sociedad, de dar dos magníficas corridas de toros en terrenos de la Barraca, que vieron nacer, como por arte de magia, una plaza de madera, amplia, bonita y segura. Tan segura, que los gigantescos toros de Clairac y de Saltillo, los toros de hoy imponen para aquellos el adjetivo gigantesco, no pudieron hacer mella en la barrera, ni en el templado ánimo del que dieron pruebas de su lidia “Corchaito” y “Relampaguito”, que a pesar del “ito” eran unos torerazos.

Todavía hubo más en aquella “primera” fiesta. Justo es consignar que hubo más y menos para fijar el lugar en que se celebró. Los del Casino Viejo, un tanto egoistillas, querían llevar la verbena a “su la gran iluminación calle”, la actual Julián Duro, (primera calle iluminada), y los del Casino Nuevo, tan egoistillas como sus “adversarios”, pretendían que fuese la calle Nueva la que luciera los farolillos del papel y sirviera de “pista” de arranque de los numerosos y abultados globos. No hay para que decir que no se llegó a un acuerdo, pero que ello no fue obstáculo ninguno para que, a la hora de la iluminación, celebrada en un “poético” prado, no se pudiera dar un paso a no ser para bailar “les pieziquines” que la Banda de Langreo, dirigida por don Cipriano Pedrosa, ¡cuánto debe Langreo a don Cipriano Pedrosa!, regaló con prodigalidad que hoy nos parece derroche.

Un solo día de festejos, pero de festejos de categoría. Entonces no se estilaban aún estos programas kilométricos que duran cerca de un mes y, en los que, indefectiblemente, es el número de música el que parece decidirlo todo. Un solo día de festejos y a descansar los buenos felguerinos…hasta el año siguiente.

 

Como podemos observar las dos “Anécdotas” Coinciden plenamente a falta de pequeñísimos detalles podemos dar por veraz y concluyente de la breve historia de las Fiestas de San Pedro. Dar las GRACIAS a tantos felguerinos y felguerinas, unos desaparecidos ya y otros vecinos predilectos de su villa, como han consagrado toda una vida de honorabilidad y de trabajo al engrandecimiento de lugar en que, si no nacieron, supieron conquistar los afectos de los hijos más queridos.