Centenario

Damos la introducción de las actividades realizadas con motivo del centenario de nuestra Sociedad en el año 2008, nos llena de orgullo y satisfacción y que mejor forma de plasmarlo en la memoria que hacer referencia al Prólogo de nuestro libro del Centenario escrito por el Excelentísimo Sr. D. Salvador Gutierrez Ordóñez miembro de la Real Academia Española, siendo el autor del libro conmemorativo el gran escritor D. Julio-José Rodríguez Sánchez ©.

CIEN AÑOS DE CULTURA SON TODO UN SIGLO

   Mientras recorría con ojos sedientos de curiosidad las apasionantes páginas a través de las que Julio-José Rodríguez nos conduce por todas las galerías llenas de retratos de este magnífico monumento cultural que es la centenaria Sociedad de Festejos y Cultura San Pedro de La Felguera, me asaltó el rayo siempre gélido de la sospecha. El temor se hizo realidad cuando acudí al diccionario de la Real Academia Española, ese tumbaburros que, según la opinión del abuelo de García Márquez, todo lo sabe. La palabra no estaba allí. Uno de los términos más entrañables de la infancia, siempre asociado al rito cultural de las fiestas no estaba allí. Para los conspicuos, portfolio es un anglicismo crudo que significa (como el portefeuille del francés) “cartera” y “carpeta”. En el país de la blanca Albión, un ministro sin cartera es un ministro sin portfolio. ¡No me digáis que no es triste!

   Cuando era niño, y así sigue siendo en la actualidad, el Portfolio de las fiestas era un libro fascinante ante el que pasaba horas y horas atraído por su fuerte magnetismo. En las fotos quedaba testimonio de los acontecimientos más relevantes del año: las fiestas, las romerías, las ferias, las excusiones, las giras, los bailes, los campeonatos de fútbol, los concursos de asturianadas, las inauguraciones, las visitas de algún prócer… También había un lugar para nuestros paisajes y rincones, para las minas, para las nevadas, para las riadas… Allí encontraban espacio los hechos antiguos (incluidas esas fotos teñidas por el tiempo y la añoranza), la historia y las leyendas; los romances y los poemas, a veces con versos claudicantes, pero llenos de amor y exaltación por la tierra. Sus páginas ofrecían acomodo lo mismo a los textos de exaltación apologética que a los monólogos y endechas condimentados con humor, ingenio y fina sal. En el portfolio aparecían las fuerzas vivas explicando los logros de su gestión, pero nunca faltaba un rincón para la sutil crítica y exposición de necesidades. El portfolio era muchísimo más que un programa de actividades festivas, que, por otra parte, cabrían en el reducido espacio de un pasquín u hoja volandera. El portfolio era un género textual acogedor y hospitalario donde cabía todo lo que afectaba a la comunidad, al nosotros. Los portfolios son los anales de nuestras sociedades de fiestas, pero, en última instancia, son los anuarios de nuestros pueblos.

Este es el material elegido por Julio-José Rodríguez como veta para realizar la historia de los cien años de la Sociedad de Festejos y Cultura San Pedro. Es cierto que entre el sobrio programa impreso en 1908 y “este otro de 2008, todo color, de pastas plastificadas, despliegue tipográfico y fotográfico en sus reportajes y artículos, en papel couché, de 336 páginas” existe enorme distancia. El autor solo puede contar con ejemplares correspondientes a setenta y ocho de los cien años transcurridos. Pero, aún así, logra componer un cuadro entrañable de los acontecimientos esenciales y de los personajes desde ese cruce de ordenadas y abscisas que representa el origen de la sociedad hasta nuestros días.

El libro no pretende ser una historia social, política y cultural de La Felguera realizada desde una visión de ojo de abeja, sino que se limita a reflejar lo que se ve desde esa gran ventana que son los portfolios. El autor realiza un recorrido temático que va desde la configuración y estilo de las portadas hasta la variada tipología de anuncios publicitarios, tan importantes en el sostenimiento de las actividades festivas y culturales, desde los ilustradores a los fotógrafos, desde el teatro hasta el cine, desde la rondalla hasta el coro, desde los conciertos hasta los conflictos con las salas de fiestas vecinas, desde los pregones hasta el afamado concurso de cuentos, que ha llevado el nombre de La Felguera a tierras ultramarinas. Todos los apartados están tratados con información, con ejemplificación y con sentido de la proporción.

Hay varios aspectos en el libro de Julio-José que lo hacen apasionante y necesario para todo aquel que desee acercarse al conocimiento de la historia festiva y cultural de la villa: su carácter exhaustivo, su objetividad y, a la vez, su entrañable acercamiento a los personajes y los hechos. Gracias a este libro salen a la luz y a la vida hombres, mujeres y nombres que fueron importantes en la vida de esta industriosa población y amenazaban perderse en la sombra de los anaqueles: muchos dibujantes, fotógrafos, colaboradores artísticos, impresores, presidentes y cargos de la Sociedad, benefactores, conferenciantes, científicos, concertistas, pregoneros, miembros de los tribunales, autores premiados, gente galardonada, etc., etc.

Como la justicia ha de estar asociada al agradecimiento, se reservan apartados especiales para aquellos que prestaron a la Sociedad una colaboración larga y fecunda. Existe un pedestal para Falo, que durante medio siglo, transmitió a los portfolios su genio para las caricaturas. Para Benjamín Mateo, el poeta felguerino “que dio fruto”, que transitó “por el aire y por la noche. casi a ciegas”, pero que supo hacer lírica transida volcada hacia su pueblo. Para el periodista de mil trincheras Pedro Mario Herrero, que desde todas las guerras y desde todos los teatros del mundo, permaneció unido con La Felguera “esa villa inquieta, coronada por el escalofrío del progreso”.

Profundo conocedor de la escena teatral langreana del último siglo, Julio-José Rodríguez sabe ordenar y jerarquizar eventos y personajes de la escena y de la pantalla que estuvieron ligados a  La Felguera, desde el ya lejano –pero nunca olvidado– Pedro Granda hasta Carlos Álvarez Novoa. Tienen lugar privilegiado José Suárez, Alejandro Casona y Ana Mariscal. De nuestro gran comediógrafo se relata el simpático periplo de una hermosa carta suya de 1954 en la que declina una invitación de la Sociedad, pues “me he prohibido a mí mismo toda colaboración que pueda parecer siquiera una tolerancia con el estado actual de cosas en mi patria”.

En una Sociedad dedicada a organizar las fiestas anuales, el número de artistas, cantantes y conjuntos famosos que se acercaron a La Felguera fue muy nutrido y selecto. En el libro figuran no solo con sus nombres y acompañantes. El lector curioso podrá conocer incluso los detalles económicos de su contrato y anécdotas curiosas, como el “bombazo” de la visita de Raphael pocos días después de intervenir en Eurovisión.

En esta villa langreana, junto a su afición a la musa escénica, al teatro y al cine (al que dedicó durante un decenio un famoso festival), sobresale su devoción por los conjuntos de voz y de púa y pulso. La huella dejada por el maestro José Lozano y continuada por otros (Cocaño, Marino Díaz, J.M. Fernández Blanco e incluso su mismo hijo Fernando Lozano) ha sido profunda y llega hasta nuestros días. Los trabajos y la labor musicográfica de Inmaculada Quintanal se hallan muy ligados a esta tierra. El lector se encontrará en un texto delicioso el relato de la visita de Rimsky-Korsakoff al palacio del Marqués de Campo Sagrado, su atención a la música de las gaitas, visita que pudo hallarse en el origen del “Fandango asturiano” que aparece incluido en su Capricho español.

Un apartado especial de este libro se dedica la actividad cultural felguerina que ha alcanzado resonancia mundial: su concurso de cuentos. Cada año responden a la convocatoria más de mil concursantes de todas las partes del mundo hispánico. Es el concurso de relatos breves más antiguo y uno de los más prestigiados. Goza de justa fama de imparcialidad, gracias a la labor continuada de un jurado que hasta su ausencia presidió D. Emilio Alarcos Llorach y que en la actualidad dirige D. José María Martínez Cachero.

Esta obra histórica efectuada sobre los materiales que la misma Sociedad ha venido generando año tras año constituye una vía para acercarse a una visión que combina lo social con lo personal, lo científico con lo cultural, lo objetivo con los subjetivo. El lector ha de acercarse expectante, sabiendo que en cada rincón, en cada texto, va a hallar sorpresas inolvidables. Citaré un pasaje que me ha sacudido en los tejidos más profundos del alma. La actriz y pregonera Ana Mariscal aprovecha la estancia en la villa para bajar al Pozo Santa Eulalia a 700 metros de profundidad y para conocer otras dependencias de la mina. Efectúa un relato de gran ternura y comprensión hacia nuestras gentes. A veces, en su laconismo descriptivo, logra desencadenar trallazos dramáticos:

Y visité los lavaderos y estuve charlando con las mujeres alegres y añosas que me saludaban sin dejar su tarea. Yo les pregunté: ¿Sois mujeres de mineros? Y me contestaron, a una sola voz, como un impresionante coro de tragedia griega: viudas.

Si los portfolios han posibilitado este libro, y si han incluido textos tan vibrantes como este, no cabe duda de que esta palabra debería estar en el Diccionario académico. Han sido la memoria centenaria de la cultura de un pueblo. Y cien años de cultura son todo un siglo.

Salvador Gutiérrez Ordóñez

Real Academia Española